martes, 15 de febrero de 2011

RÉQUIEM POR "O FENOMENO"


Allá por septiembre de 1996 mi afición al fútbol se limitaba esencialmente a pegar patadas a todo objeto esférico que se cruzara en mi camino, soportando con dificultad la hora y media de atención que requerían los partidos de fútbol. Sin embargo, por aquel entonces descubrí un tipo capaz de mantenerme absorto frente al televisor durante los noventa minutos. Durante todo el curso, los recreos transcurrieron imitando a aquel muchacho fibroso que resoplaba como un búfalo mientras driblaba defensas y porteros. En todas las tertulias futboleras, el tema de referencia siempre era el mismo: el número nueve del Barça, un tal Ronaldo.



Mi dominio del lenguaje es insuficiente para relatar la grandeza del fútbol cuando Ronaldo tocaba el balón. Seguramente tampoco sea necesario, pues todos tenemos bien grabado en la retina bicicletas, arrancadas, remates y regates por doquier.  Ahora bien, de entre todas sus destrezas, hay una suerte del fútbol que “O Fenômeno” convirtió en arte: el mano a mano ante el portero. Jamás vi a un futbolista tan superior en el área. Nos acostumbramos a verle empujar el balón a la red tras haber tumbado al portero con un infinito repertorio de amagos, definir con la izquierda, con la derecha…  Menos usual fueron sus remates de cabeza, pero todo tenía una explicación: “si le doy con la cabeza se me descolocan las neuronas”. Genio y figura. Pasaron los años y subieron los kilos, pero no perdió ni un ápice de talento. Tranquilidad, maestría, elegancia, son algunos de los adjetivos que sirven para definir las obras de arte del nueve por excelencia del fútbol moderno.

Aparte quedan las lesiones, la vida nocturna, los cambios de equipo pasando a defender la camiseta del eterno rival, el aumento de peso, etc. Al fin y al cabo, la carrera de Ronaldo se ha guiado principalmente por un propósito: ser feliz jugando al fútbol. Solo así se entiende su ahínco por sobreponerse una y otra vez a la fragilidad de sus rodillas. El fútbol para Ronaldo ha sido un juego, una diversión, hasta que su cuerpo (junto con la violencia de ciertos pseudoaficionados del Corinthians)  dijo basta, poniendo el punto y final a diecisiete años de carnaval.

Hasta aquí llegó la fiesta, gracias FENÓMENO.

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