miércoles, 27 de octubre de 2010

SOBRE EL MAN. CITY Y SUS TARUGOS, PERDÓN SUS MEDIOCENTROS DEFENSIVOS


El pasado domingo me disponía a vivir una apasionante tarde de fútbol. Para empezar, ni más ni menos que un Manchester City-Arsenal, con dos de mis debilidades, David Silva y Cesc Fábregas, en el mismo terreno de juego. Dos inventores capaces de hacer de un pase, de un recorte, de un control, una pequeña obra de arte. A los mencionados artistas, se sumaban acompañantes de relumbrón, también amigos del trato amable a la pelota, como Tévez, Nasri o Arshavin.

Todavía abrumado por la presencia de tanto talento, ojeaba la alineación del equipo del City of Manchester Stadium con acostumbrada, pero no por ello menos profunda, decepción. Es este desasosiego habitual que provoca en mí Roberto Mancini me lleva a dejar para otra ocasión el tratado semanal sobre fútbol y elegancia impartido por Cesc o ese estilo tan marsellés, tan de la calle, tan eléctrico y a la vez pausado con el que nos deleita Samir Nasri.

Entrando ya en materia, después dar cabida a los buenos por lo menos en un párrafo, advierto al lector, por si aún no lo había percibido, que Roberto Mancini es uno de los individuos que más me irritan dentro del mundo del fútbol. ¡Con tres tarugos, tres! Así de osado salía el City a disputar un partido contra un rival directo en su casa, un encuentro que debía de ganar para distanciar a un enemigo por el título (porque doy por supuesto que ese es el objetivo). En este punto debo aclarar que mi concepto sobre Yaya Touré ha sido siempre muy elevado, situándole en las antípodas de los tarugos que ahora le acompañan, de manera que es solo y exclusivamente culpa de Mancini y de la desmesurada cólera que en mí despierta, que Yaya Touré tenga que compartir párrafo y categoría con el resto de tarugos.

Aclarado esto, pasemos a reflexionar sobre ese elemento imprescindible para todo erudito del fútbol moderno: el mediocentro defensivo. Dícese mediocentro defensivo aquel futbolista que, desprovisto de toda cualidad técnica para la práctica del fútbol, se gana la vida ocupando una posición entre la defensa y el mediocampo, o dicho de otra forma molestando a la par a defensas y centrocampistas de su propio equipo. Una cualidad común de este tipo de futbolista, al que se puede aplicar con acierto el calificativo de tarugo, es el jugar cegado, como con una venda en los ojos que le impide asistir con acierto cualquier jugador con una indumentaria igual a la suya. También es frecuente entre los tarugos la confusión de la jerga futbolística, así una errónea interpretación de aquello de participar en la destrucción del juego del rival, les conduce a intentar con asiduidad la destrucción física del contrario, apelando una peculiar interpretación de lo que en el argot futbolero se conoce como falta táctica.

En este punto, he de confesar que he admirado futbolistas carentes de toda técnica, con escasa visión de juego o con cierta tendencia a derribar rivales de aquella manera. Sin embargo, a falta de talento si poseían dos de las cualidades más admirables y a la vez más infrecuentes que se pueden dar en un jugador de fútbol: corazón y nobleza.

No obstante, la definición anterior es un compendio de las cualidades del tarugo en su máxima expresión, es decir, existiendo tarugos admirables, es más complicado que algún jugador que reúna todas las “cualidades” anteriormente citadas, sea digno de alabar. Aquí es donde sitúo a Nigel De Jong, un tipo que goza de cierto cartel entre entendidos, pero del que ni en el recuerdo más cercano, ni haciendo un ejercicio de memoria, consigo extraer algún aporte fructífero al mundo del fútbol. Tan sólo aquella patada en el pecho de España o el “asesinato” de Stuart Holden. Cierto es, que se ha convertido en un ídolo para los citizens, lo cual no me sorprende demasiado del país que idolatró a Vinnie Jones, y todo esto nos lleva todo aquello de la virilidad, el echarle huevos… por lo que me veo obligado a recordar que al fútbol se juega con los pies, no con los cojones. En cualquier caso, no se le puede negar al amigo Nigel ser la máxima expresión de tarugo del fútbol moderno.

No siendo suficiente semejante virtuoso en el terreno de juego, Mancini he establecido como norma escoltar al artista con otros dos mediocentros defensivos, como si le hiciera falta compañía. Reincidiendo en lo que dicho anteriormente sobre Yaya Touré, su rendimiento junto a semejante compañía no llega ni al cinco por ciento de lo que un mediocentro de los de verdad, que es su verdadera categoría, puede llegar a dar. Este descenso en su nivel futbolístico, quizá se explique aplicando el dicho castizo “todo lo malo se pega”.

Por último, el tercero en discordia del ingenioso trivote ideado por Mancini es Gareth Barry. Uno de estos futbolistas a los que cierto día tuve en buena estima hasta que un día cambio los colores por los millones. Ese mismo día en el que dejó al equipo de sus amores, por el equipo de los millones, se convirtió en un futbolista vulgar, que ya no jugaba con el corazón, sino por la cartera.

En resumen, esta es la manida historia de cómo un entrenador mediocre y su planteamiento cicatero, es capaz de esconder el talento, la creatividad, el fútbol al fin y al cabo, en beneficio de… bueno, no sé en beneficio de qué. Mientras tanto, con ilusión por lo que podría ser y lástima por lo que es, seguiremos atentos los destellos de Tévez, Silva, Yaya Touré, o Adebayor, porque ni por muy malo que sea Mancini, ni por mucho que contagie De Jong, se podrán cargar el genio de los verdaderos artistas.

Javi

2 comentarios:

  1. totalmente de acuerdo, un equipo con la plantilla del city tendría que jugar a otra cosa, de todas maneras, me gustaria decir en favor de mancini(aunque le deteste) que con ese mismo equipo de tarugos el city gano al chelsea y ese dia les acompañaba milner en el centro del campo. sin silva ni adebayor.

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  2. que opinais de mascherano?

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